Al obligar al Presidente a removerlo como director de Profeco, Humberto Benítez llevó al límite su arrogancia como sabedor de (y de que era sabido por todos) su cercanía personal con Enrique Peña.
Al aferrarse al cargo durante 19 días, Benítez llevó al límite su displicencia como servidor público que no pensaba que servía al público, sino a quien lo nombró en el cargo.
Y al retar a la opinión pública diciendo que “por mi mente no pasó renunciar porque cultivo la lealtad a hombres”, terminó retando al hombre hacia quien cultivaba la lealtad.
Así que el Presidente lo depuso ayer para “evitar que se vulnere la autoridad y eficacia de la Profeco ante prácticas que atentan contra los derechos de los consumidores”.
Acabó ocurriendo lo que innecesariamente se extendió casi tres semanas: Benítez fue responsable de que su hija ordenase a sus subordinados cerrar un restaurante.
Hay aquí dos lecciones. Una didáctica para la relación de los servidores públicos con este gobierno. Otra práctica para los mismos servidores públicos:
1.-Por cercanos que hayan sido de Enrique Peña antes del 1 de julio, deben dejar de pensar en él como era antes del 1 de julio: porque Enrique Peña ya no tiene amigos.
Lo advirtió el 10 de septiembre ante los 300 líderes más influyentes de México: “Más allá de discursos grandilocuentes, un presidente no tiene amigos”. Después, Moreira se debió ir del país, Ricardo Aguilar no fue secretario de Estado, Gordillo cayó presa…
Por cierto, entre aquellos 300 líderes estaba escuchando la propia Gordillo.
Ese mismo 10 de septiembre, tres meses antes de asumir la Presidencia, Enrique Peña adelantó que gobernaría con el consenso de todas las fuerzas políticas. Un día después de tomar protesta, firmó el Pacto por México con PAN-PRD-PRI.
El propio Benítez usó la grandilocuencia para aferrarse al cargo, 13 días después del berrinche de su hija: “Profeco es más grande que cualquier incidente”. Ayer, el Presidente que no tiene amigos le demostró que Profeco es, cuando menos, más grande que él.
2.-Al remover a Benítez, el Presidente advirtió que “envía un mensaje a todos los servidores públicos de la Federación están obligados a desempeñarse con ética y absoluto profesionalismo”.
De hecho, el problema de Benítez no fue legal, sino ético: él estaba enfermo y nunca supo que su hija había actuado como si fuese él dando órdenes a sus subordinados. Pero por lo mismo debió renunciar el mismo día y haber evitado que el Presidente lo corriera de forma tan dura.
El mensaje es que ahora los servidores públicos deben saber que su cargo no depende de que dejen de caer de la gracia de quien los nombra.
Ahora los van a correr… aunque sean cuates.
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